jueves, 12 de noviembre de 2015

Entorno

En entornos silvestres o con algún grado de intervención humana, la presencia y diversidad de mariposas constituye uno de los indicadores más confiables de la salud y calida ecológica de una región determinada. Las mariposas son insectos altamente sensibles a los cambios de un ecosistema, sobre todo a modificaciones químicas del aire, del agua o de la tierra. Desde modificaciones en sus hábitos de vuelo o prácticas de reproducción, hasta disminuciones furtivas o progresivas de su población, constituyen fenómenos que develan distintos grados de empobrecimiento ambiental y ecológico. Las mutaciones físicas en especies expuestas radiactividad, cómo las dadas a conocer desde Japón en agosto de este año, son una clara muestra de ello.  

Por lo mismo, en el contexto de los actuales desafíos ambientales, el valor “indicativo”  de su forma de desarrollarse, convierte al estudio de las mariposas en una disciplina tremendamente relevante para recibir el futuro. La lepidopterología está vinculada con información que podría resultar relevante para comprender mejor los procesos que intervienen en la conservación ambiental o incluso la restauración de ecosistemas dañados.

Por otra parte, en conjunto con las abejas, las mariposas intervienen directamente en el proceso que sustenta la alimentación de todos lo animales de la tierra, incluido el ser humano:  la polinización. Para alimentarse o beber agua,  una mariposa se detiene en al menos 2000 flores o charcos de agua al día, transportando en sus patas y cuerpo velludo, el polen de cada una de ellas, para depositarlo en otras. Una buena parte del éxito del proceso que permite la fertilización y reproducción de las plantas, depende de la supervivencia de las abejas y las mariposas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario